Marco y sus paladines se dirigían hacia Animalia para plantar cara a Draco y a sus cuatro Sagrados.
Sin embargo, el trayecto no estuvo exento de sacrificios. Nathalie decidió quedarse atrás para contener a Shimuna, el fénix lunar, y dejar que sus compañeros pudieran continuar su camino. Más adelante, Ashley irrumpió en su camino, siendo interceptada por Keipi, quien optó por enfrentarse a ella en solitario en las aguas del lago Al-Hassam.
Ahora, impulsados por los vectores de Sherezade, el resto del grupo se aproximaba a la fortaleza flotante, surcando el cielo bajo la luz espectral de la luna eterna. Cada flecha luminosa los acercaba un poco más al núcleo del enemigo.
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Animalia — Sala del trono
Draco permanecía sentado en su trono, una copa de vino reposaba con elegancia entre sus dedos. A su alrededor, decenas de pantallas flotantes proyectaban en tiempo real el caos que se desarrollaba en Al-Amphoras. Incendios, combates, sombras en movimiento… pero su atención estaba centrada en una en particular: aquella que mostraba a Sherezade y a nuestros protagonistas avanzando implacables hacia el Animalia.
"Shimuna no fue suficiente para retenerlos en la ciudad… y Ashley fue demasiado terca. En lugar de detenerlos a todos, decidió enfrentarse al chico de Akitazawa." comentó con calma, haciendo girar el vino en la copa. "Parece que no queda otra opción."
Su mirada se afiló. "Activad la distorsión."
"¡Sí, señor!" respondieron al unísono Karta y Belial, firmes tras él.
Draco se incorporó lentamente. La copa resbaló de su mano y se estrelló contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos.
"Preparaos para la batalla." declaró con frialdad. "Ha llegado la hora de acabar con esos entrometidos… y con esa falsa ballure que osa llamarse princesa."
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El trayecto hacia el castillo se acortaba a una velocidad vertiginosa, pero el cuerpo de nuestros protagonistas empezaba a pasar factura. La presión constante de los vectores de Sherezade comprimía el aire a su alrededor, sacudiéndolos como si fueran proyectiles humanos, y cada segundo que pasaba resultaba más difícil mantenerse consciente.
"Voy a echar la raba…" balbuceó Ryan antes de inclinarse y vomitar hacia uno de los lados, con los ojos vidriosos.
"¿C-Cómo pudo Keipi aguantar todo esto hasta Sylvapura… estand-?" murmuró Cecily, intentando respirar hondo. No llegó a terminar la frase: una arcada la dobló sobre sí misma y terminó vomitando también.
"Vaya dos…" comentó Marco, completamente anonadado ante el estado de sus compañeros, sin dejar de mantenerse firme en el trayecto.
"¡Aguantad! ¡Ya queda poco!" les animó Nicole.
"¡Eso es! ¡Estamos muy cerca!" confirmó Sherezade, alzando la mirada. Uno de sus vectores comenzó a elevarlos en arco, dirigiéndolos directamente hacia la entrada del castillo flotante.
Ryan se limpió la boca con la manga, todavía mareado.
"¿Cómo es que vosotros dos estáis tan bien?" preguntó al ver que ellos no parecían afectados.
"¡Eso! ¿Qué truco tenéis?" añadió Cecily, aún pálida.
"Estoy usando magia de curación constantemente para evitar el mareo." explicó Nicole con total sinceridad.
"Yo altero el calor de mi propio cuerpo para reajustar el equilibrio y mantener la estabilidad interna." respondió Marco sin apartar la vista del objetivo.
Ryan y Cecily se quedaron en blanco durante un segundo. Sus mofletes se inflaron al mismo tiempo… y volvieron a vomitar.
"¡No es justo!" gritaron al unísono.
"¡¿Qué es eso?!" exclamó Sherezade de pronto, con la voz cargada de alarma, clavando los ojos en el Animalia.
Una intensa luz azul bañó por completo el castillo flotante. Durante un instante pareció inmóvil, casi majestuoso… pero entonces su estructura comenzó a retorcerse. La piedra se deformó como si fuera carne viva, fragmentándose y alargándose hasta adoptar la forma de enormes látigos rocosos. Estos surgieron desde distintos puntos de la fortaleza y se lanzaron contra el grupo con una violencia despiadada.
Cada uno de los látigos atrapó a un miembro del grupo distinto, enroscándose alrededor de sus cuerpos y separándolos a la fuerza, mientras el propio castillo giraba sobre sí mismo, desorientándolos aún más.
"¡Mierda!" gritó Sherezade al verse apresada por uno de ellos, perdiendo el control total de los vectores.
"¿Qué está pasando?" exclamó Cecily, aterrorizada, mientras un tentáculo pétreo la arrancaba del trayecto y la alejaba del grupo.
"¡¿Qué es esta cosa?!" gritó Ryan, siendo arrastrado en otra dirección sin poder oponer resistencia.
"¡TENED CUIDADO! ¡DEBE SER ALGÚN SISTEMA QUE NOS QUIERE SEPARAR!" rugió Marco, también separado, intentando zafarse mientras la fortaleza parecía cerrarse sobre ellos.
Nicole, gracias a sus alas, logró esquivar los látigos del castillo, zigzagueando en el aire con maniobras extremas. Observó la situación en una fracción de segundo y tomó una decisión.
Sin dudarlo, batió las alas con fuerza y se lanzó directamente hacia el látigo que tenía atrapada a Sherezade.
"¡Princesa!" dijo la sanadora intentando liberarla, pero fue inútil.
Una vez todos estuvieron atrapados, los látigos se replegaron hacia el núcleo del Animalia. Las extensiones pétreas se entrelazaron entre sí y con el resto de la fortaleza, formando una esfera perfecta que giró sobre su propio eje durante apenas unos segundos. Acto seguido, la masa se reconfiguró y recuperó la forma de castillo flotante… aunque nada en él parecía estar exactamente en su lugar.
En su interior, Marco fue liberado de golpe.
Su cuerpo descendió por un estrecho pasillo vertical, rozando las paredes de roca pulida, hasta que terminó cayendo en una enorme sala bañada por una luz lunar. El impacto resonó con fuerza, pero el joven se incorporó casi de inmediato.
Frente a él, sentado con absoluta tranquilidad en un trono elevado, se encontraba el gobernador de los hombres-bestia. Su mirada era fría, profunda, y transmitía una presión difícil de describir.
"Tú debes de ser Draco." dijo Marco mientras se ponía en pie, sacudiéndose el polvo del hombro con calma.
"En efecto." respondió el gobernador, sin apartar los ojos de él. "Y tú eres ese maravilloso Marco del que me habló Ashley. El mismo que fue capaz de derrotar a las Cien Estrellas… y a dos de mis Zodiacos en un solo día."
"Bingo." sonrió él, ladeando la cabeza. "Supongo que todo ese numerito de los látigos era para separarnos y poder tenerme a solas, ¿no?"
"Algo así." contestó Draco mientras se levantaba del trono. Cada paso que daba hacía resonar la sala. "Nos convenía dividiros y ocuparnos de vosotros de manera individual. Especialmente a ti."
El hombre-bestia se detuvo a unos metros de él, esbozando una sonrisa cargada de intención.
"Por todo lo que me ha contado tu amiga, tenía muchas ganas de conocerte." continuó. "Y es evidente que eres uno de los pilares de esta incursión. Es probable que si tú caes… ellos caerán contigo."
De pronto, unas alas reptilianas emergieron de su espalda con un sonido áspero. Sus brazos se cubrieron de escamas y se alargaron, culminando en garras afiladas que brillaban bajo la luz de la sala.
"Es cierto que venía con intenciones de dialogar." respondió Marco, mientras su cuerpo comenzaba a cubrirse de llamas azuladas que ondulaban a su alrededor. "Pero ya supuse que contigo sería imposible."
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Biblioteca del Animalia.
En aquella gigantesca sala repleta de altas estanterias repletas de libros, cayeron la princesa y Nicole, aterrizando con suma precisión sobre la alfombra roja de aquel lugar.
"¿Dónde estamos?" dijo la sanadora mirando a todos lados.
"No lo sé, parece una biblioteca." respondió la princesa observando con antención. "Lo que sí estoy segura es que parece que ellos han querido separarnos a propósito."
"Y así es." dijo Karta frente a ellas avanzando lentamente con su bastón. "Aunque esperaba encontrarme a solas con usted, majestad de los ballure. Aunque... sabiendo que usted es humana, no sé si debería tratarle con tanto respeto, ¿No?"
"Tú..." dijo Sherezade.
"Cuidado." comentó Nicole colocándose frente a la princesa.
"Muy valiente de tu parte al ponerte delante suya, pero... soy Karta, uno de los cuatro sagrados. La gran y maravillosa tortuga lunar creciente. ¡VOSOTRAS DOS NO SOIS RIVALES PARA MÍ!" dijo dando un bastonazo al suelo a la par que su aspecto humano se volvía más bestial, con su enorme caparazón brillando en su espalda y su cuello y rostro asemejándose más al de una tortuga.
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Der Fliegende.
Los Tottengräber habían dado por concluida su reunión habitual. El eco de sus pasos resonaba en los largos pasillos de la fortaleza mientras Monday caminaba junto a Marson, atravesando corredores de piedra fría y luz mortecina.
"Así que parece que los hombres-bestia han activado el Animalia y ahora todos los ballure están todos encerrados en el palacio de Al-Amphoras junto a nuestros compañeros." comentó la mujer con tono pensativo.
"Así es, eso fue lo último que recibimos de la Número V." respondió Marson, caminando con las manos entrelazadas a la espalda. "También informó de que era cuestión de minutos que la misión comenzara. Ya ha localizado la Gema Infinita… y ha identificado al nuevo portador."
"Menudo lío de misiones." suspiró Monday, llevándose una mano a la sien. "Primero nos ordenan eliminar al nuevo portador de la Biblioteca de Horacio, y después nos mandan destruir la Gema Infinita por orden directa del señor Melchor. Para colmo, el jefe Bucanor dice que tiene un as bajo la manga para cumplir ambas misiones de una vez... Y yo solo veo que nos dan trabajo, trabajo y más trabajo..." resopló.
"Así funciona esto." replicó Marson sin inmutarse. "Somos los perros castigadores del gobierno. No mordemos la mano que nos da de comer, aunque nos joda estar hasta arriba de responsabilidades y tareas."
Ambos se detuvieron de pronto.
En el hueco de una amplia ventana, sentada con una pierna apoyada en la piedra, se encontraba Rin. Limpiaba su espada con movimientos lentos y precisos, como si el mundo exterior no existiera.
"Qué poco me gusta tratar con la Número II." murmuró el número VII, dando un par de pasos hacia atrás.
Monday, en cambio, se acercó.
"Oye, Rin." dijo con cautela.
"Me molestas." respondió ella sin alzar la vista.
"Ya, sé que no eres muy sociable y todo eso…" continuó ella, rascándose la nuca. "Pero tengo una pregunta."
Rin alzó lentamente los ojos.
"¿Ah, sí?" replicó con frialdad. "Pregunta. Sé breve… o te rebano el cuello."
Monday tragó saliva, pero no dio marcha atrás.
"Sé que es algo personal, y que quizá invada tu privacidad, pero… ¿tienes un hermano pequeño llamado Keipi?"
El ambiente se congeló.
Los ojos de Rin se inyectaron de rabia y, en un movimiento vertiginoso, el filo de Caléndula quedó a escasos milímetros del cuello de la número III.
"¡M-Monday!" exclamó Marson desde la distancia, alarmado.
"¿Cómo sabes eso?" gruñó Rin, con la voz cargada de furia contenida.
"En Shangri-La… me crucé con él." respondió con sinceridad, sin moverse un ápice. "Al principio pensé que el parecido entre vosotros era una mera casualidad, pero llevo dándole vueltas desde entonces y solo quería confirmarlo."
Durante unos segundos eternos, Rin sostuvo la espada contra su garganta. Finalmente, su expresión cambió. Bajó el arma y volvió a limpiarla con el paño, como si nada hubiese ocurrido.
"Sí." dijo al fin. "Tengo un hermano al que no fui capaz de matar. Pero eso no es asunto tuyo ni de los Tottengräber."
"Puede que ahora no lo sea…" respondió Monday con cuidado. "Pero puede que eso cambie pronto."
Rin se detuvo.
"¿A qué te refieres?" preguntó, sin mirarle.
"Él está con el grupo del portador de la Biblioteca de Horacio." explicó Monday.
Rin quedó inmóvil. Sus ojos se abrieron ligeramente… y entonces sonrió.
"En ese caso…" murmuró con una calma inquietante. "Si se cruza en nuestro camino, estaré encantada de enviarlo a reunirse con nuestros padres en el más allá."
Continuará…
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