Dos de las máscaras habían sido apagadas, pero mientras el resto de parejas proseguían su avance hacia los templos, la tensión estallaba en Sylvapura, reino de los hombres-bestia.
En lo más alto del valle selvático, oculto entre raíces colosales y cascadas que se precipitaban entre rocas antiguas, se alzaba el Palacio General. Su estructura parecía tallada directamente en la montaña: bloques robustos de piedra verdosa, cubiertos de musgo y enredaderas vivas, lo transformaban en parte del propio bosque. Los muros vibraban con el murmullo del viento y el rugido distante de las criaturas del reino, como si el palacio respirase junto a la naturaleza.