Al día siguiente.
Tras la batalla, el monje fue a visitar al peluquero de la aldea. Después de todo, quería arreglarse el corte que se metió por la noche, pero también buscaba cambiarlo como símbolo de una nueva etapa en su vida.
Hasta el mismo peluquero quedó sorprendido al ver que, después de tantos años, el monje había decidido solicitar sus servicios. Por ello, se propuso que este sería el mejor trabajo que haría en toda su carrera.
Como siempre, antes de empezar, el joven se quitó la parte superior de su hábito religioso para evitar que los pelos se quedaran impregnados en la prenda, dejando así su pecho al descubierto.
"Anda... ¿Cuándo te has tatuado?" preguntó el peluquero, al notar el dibujo de una pluma tallado en su pecho izquierdo.
"Bueno... es una larga historia." respondió el monje con una sonrisa, evitando entrar en detalles.
La aparición de esa pluma había ocurrido la noche anterior.
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Tras derrotar a los ogros y lograr que prometieran no volver a atacar Romevere, la pequeña hada que acompañaba a nuestro protagonista comenzó a sentirse extraña mientras una luz envolvía su cuerpo.
"¡Lily!" exclamó Marco, asustado.
El brillo que rodeaba al hada empezó a intensificarse, tomando forma hasta crear tres protuberancias que terminaban en manos.
"¿Qué es eso?" preguntó Keipi, desconcertado.
Las manos comenzaron a moverse por su cuenta. Dos de ellas agarraron la túnica del monje y se la quitaron de un tirón, dejando su torso al descubierto, mientras la tercera plantaba la palma sobre su pecho izquierdo. Poco después, Keipi sintió unas vibraciones apacibles.
"¡Keipi! ¡¿Estás bien?!" preguntó Marco, alarmado.
"S-Sí... Esto se siente demasiado bien..." respondió, con el rostro rojo como un tomate.
Las tres manos se retiraron y desaparecieron en el aire junto con el brillo que cubría al hada, dejando un tatuaje de una pluma grabado en el pecho de Keipi.
"¿Y esto?" dijo el monje, sorprendido.
"Ostras... Te han tatuado sin tu consentimiento, tío..." comentó Marco. "Pero... ¿No te duele ni sientes algo raro?"
"Para nada." respondió Keipi.
El hada recuperó el control de su cuerpo y logró mantenerse en el aire nuevamente, aunque su rostro reflejaba el agotamiento de aquel instante.
"Chicos... Resulta que Pythiria tiene una misión más para mí." dijo Lily.
Los dos jóvenes lo miraron sorprendidos, y Lily decidió explicar poco a poco lo que había sucedido.
En primer lugar, les aseguró que todo era obra de Pythiria, que no tenía nada de malo y que, por supuesto, el tatuaje no le causaría ningún dolor. Su principal intención era calmar a sus amigos y evitar que se preocuparan.
"Resulta... que el primer emperador de todo Pythiria tuvo bajo su mando a siete poderosos guerreros que también fueron sus mejores amigos. A estos se les llamó... los Siete Paladines Reales." explicó el hada. "Y todos ellos tenían una pluma tatuada en alguna parte de su cuerpo."
"No conocía esa historia..." susurró Marco, intrigado.
"Espera... ¿Qué me quieres decir con eso?" preguntó Keipi, aún más desconcertado.
"Pythiria me ha contado que la catástrofe que amenaza nuestro planeta es más grave de lo que pensábamos. En menos de una década, es posible que todo se reduzca a cenizas y el mundo se vuelva inhabitable." comentó Lily con preocupación. "Por eso, esta vez introdujo en mi corazón las siete plumas."
Mientras Marco y Keipi observaban el tatuaje del monje, Lily continuó su relato.
"Al parecer, nosotros no podemos decidir quién debe portar las plumas. Será el mismísimo Pythiria quien lo haga... Por eso..." añadió, mirando al monje con una leve sonrisa.
"Pythiria me ha elegido como compañero de Marco."
"Entonces, ¿tendremos un nuevo amigo en el viaje?" preguntó nuestro protagonista, animado.
"Bueno, parece que tendremos muchos más. Nuestro objetivo, antes de enfrentarnos al malvado emperador actual, será encontrar a los otros seis y hacernos lo suficientemente fuertes como para derrocar a este imperio sucio y desleal." explicó el hada con determinación.
"Pero yo... tengo una labor aquí..." murmuró Keipi, dubitativo.
En ese momento, Priscilla, en su forma de pájaro, le picoteó suavemente la cabeza, como si intentara decirle algo. El monje extendió su mano, y ella se posó sobre uno de sus dedos. En un instante, la pequeña criatura se transformó en una katana, permitiéndole comunicarse telepáticamente con él.
"Keichiro... Tu labor ya ha terminado aquí." dijo Priscilla con una voz serena pero firme.
"Pero..." comenzó a decir.
"No hay peros que valgan." lo regañó. "Llevas toda tu vida encerrado aquí protegiéndome. Pero ahora... ya he despertado y te he elegido como mi dueño. Ya no hay nada que te ate a este lugar."
"Tienes razón..." murmuró Keipi, pensativo.
"No seas bobo, Kei. Cierra los ojos y escucha lo que te dice el corazón. ¿Qué es lo que realmente quieres hacer?" le propuso.
Siguiendo sus palabras, Keipi cerró los ojos. Gracias a su imaginación, comenzó a verse volando por el cielo a lomos de un dragón, surcando los mares en un gigantesco barco de madera, e incluso enfrentándose a enormes plantas carnívoras. Pero en todas esas imágenes, Marco y Lily estaban a su lado.
"Parece que... realmente quiero viajar con mis amigos." dijo con una sonrisa sincera.
"Así me gusta." respondió Priscilla, retornando a su forma de ave y posándose nuevamente sobre la cabellera de su dueño.
Marco y Lily se miraron entre ellos, perplejos. No habían podido escuchar nada de la conversación mental que Keipi había tenido con Priscilla.
"Chicos... Creo que iré con vosotros." dijo Keipi, sonriendo. "Después de todo, Marco necesita su mano derecha en esta aventura, ¿no?"
"¡BIEN!" exclamaron ambos, radiantes de felicidad ante la noticia.
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Volviendo a la peluquería.
"Terminé." dijo el peluquero, dando un paso atrás para observar su trabajo. "¿Seguro que lo querías tan corto? Pensé que siempre intentabas ocultar esa cicatriz en tu rostro."
"Así era... Pero las cosas han cambiado, y yo también. Ya no tengo miedo de mostrar quién soy, ni temor al nuevo camino que voy a tomar." respondió, sacudiéndose los cabellos que habían quedado pegados a su cuerpo.
"La verdad, cuando nos lo contaste anoche, después de lo que pasó con los ogros, nos quedamos todos de piedra." comentó el hombre mientras recogía sus utensilios. "Sin embargo, Priscilla te eligió, y no solo venciste a los ogros, sino que también lograste un acuerdo con ellos. Gracias a ti, Romevere estará seguro durante mucho tiempo."
"Además, mereces marcharte y buscar tu nueva vida. Tan solo tienes veinticuatro años." añadió la esposa del peluquero, entrando en la habitación con una bolsa de papel en las manos.
"Gracias... Vuestra amabilidad y calidez hicieron que un huérfano como yo encontrara una nueva familia y un lugar donde sentirse en casa." respondió con sinceridad.
"Y esto es para ti." dijo ella, tendiéndole la bolsa. "Te hemos comprado ropa más formal. Ya es hora de que dejes esas pintas de monje anciano y empieces a lucir como el jovenzuelo que eres."
"No hacía falta..." respondió Keipi, tomando la bolsa con cuidado para que no se cayera.
"Claro que sí. Has salvado a todo el pueblo. Todos quisimos contribuir con un poco para comprártela." respondió ella con una sonrisa, sujetándolo del brazo. Sin previo aviso, comenzó a arrastrarlo hacia un cuarto de la casa. "¡Así que ve a darte una ducha y ponte esa ropa!"
Keipi apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser empujado al baño, donde la mujer cerró la puerta tras él, dejándolo a solas.
"Gracias..." murmuró, esbozando una ligera sonrisa mientras miraba la bolsa con ropa.
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Más tarde.
Marco se encontraba en la salida de Romevere junto a Lily. Ambos esperaban pacientemente, intercambiando comentarios sobre lo emocionante que sería su próxima aventura. El monje había quedado en reunirse con ellos allí después de terminar su corte de pelo.
"¿Crees que tardará mucho más?" preguntó Lily, flotando inquieta a su alrededor.
"No lo sé, pero espero que no. Estoy impaciente por salir ya hacia nuestra siguiente aventura." respondió Marco, cruzándose de brazos.
De repente, escucharon una voz tras ellos. "Estoy aquí."
Ambos se giraron y quedaron boquiabiertos.
"¡Qué guapo eres!" exclamó Lily, sorprendida, con los ojos brillando.
"¡Y qué bien te queda esa ropa!" añadió Marco, admirándolo de arriba abajo.
Keipi les devolvió una sonrisa tímida. Sus ojos verde esmeralda brillaban bajo la luz del sol, y su cabello negro azabache, recién cortado, enmarcaba su rostro con frescura. Priscilla descansaba cómodamente en su cabeza en forma de pequeño polluelo. Vestía una camiseta de tirantes oscura, una chaqueta blanca con detalles azul marino, pantalones de colores fríos, y unas deportivas impecables.
Sin embargo, lo que más destacaba era un collar que lucía con orgullo. Había unido en una pequeña cadena el pendiente de su madre y el anillo de su padre, creando un símbolo de recuerdo que llevaría siempre consigo.
"Gracias, chicos. Podemos partir cuando queráis." dijo con una sonrisa.
Lily revoloteó emocionada. "¡Pues vámonos ya! ¡La aventura nos espera!"
"Eso sí que es entusiasmo." bromeó Marco, comenzando a caminar.
Los tres se dieron la vuelta y comenzaron a andar, cruzando por fin el límite de Romevere. Sin embargo, justo cuando daban sus primeros pasos fuera del pueblo, una serie de voces infantiles rompieron el aire.
"¡HASTA LUEGO, KEIPI!" gritaron los niños a los que había salvado durante la segunda incursión.
Keipi se detuvo, sorprendido. Se giró para ver una multitud de aldeanos despidiéndose desde la entrada del pueblo. Algunos sostenían pancartas hechas a mano con mensajes cariñosos.
"¡NO TE VAMOS A DECIR ADIÓS, PORQUE ESTE ES EL HOGAR AL QUE VOLVERÁS!" gritó la mujer del peluquero, agitando un pañuelo.
"¡Y VUELVE CUANDO QUIERAS A QUE TE CORTE EL PELO!" añadió el peluquero entre risas.
Los aldeanos coreaban palabras de agradecimiento, deseándole lo mejor. Keipi, conmovido, levantó la mano para despedirse, mostrando su mejor sonrisa mientras unas lágrimas silenciosas resbalaban por sus mejillas.
"Son increíbles..." murmuró con la voz quebrada.
"Jejeje, qué buena gente." dijo Marco, retomando el camino.
"Sí." añadió Lily, echando un último vistazo hacia los aldeanos mientras continuaban avanzando.
Keipi miró a sus amigos y luego al horizonte. "Son... los mejores." confesó, limpiándose las lágrimas.
Lily y Marco lo miraron, compartiendo una sonrisa llena de alegría al verlo tan emocionado. Sin decir una palabra, sus miradas lo decían todo: un lazo de amistad indestructible había nacido entre ellos.
Con un nuevo compañero a su lado, el grupo emprendió el viaje. La próxima aventura estaba a la vuelta de la esquina.
Continuará...